18.5.16

HISTORIA DE LA FELICIDAD

¿Cómo describir la felicidad? ¿Cómo explicar los días de alegría para que el mundo entienda tal cual el sentido de la vida, la alegría, el entusiasmo y la felicidad?

Estamos Mandira y yo, frente a frente, mirándonos. Son más de once meses que la pasamos así. Es hermosa y lo sabe. Me coquetea, me regala dulces sonrisas que hacen que mis ojos brillen y mi corazón se acelere. Le doy un beso y se muere si es que no la apachurro. La digo que la amo y me extiendo a su costado. Me abraza y me suelta. Me suelta y me abraza. Somos felices. Ella ha tomado posesión de su trono. Todos me admiran. Qué hermosa que es, me dicen, y le dicen a su madre.

Cierto pesar se dibuja en mi rostro porque no pude estar en los momentos precisos. No me di tiempo para disfrutar de esa gran felicidad que nos embarga a muchos que en dicho lugar nos ubicamos.

Con Mandira, luchar contra el sueño y descansar poco es un sacrificio que gustosos, Charo y yo lo afrontamos, pero aquellos de verla sufrir y quejarse incluso dormida nos parte el alma. Felizmente la pequeña no es de llorar, tan solo se queja. Pocas veces lloró desesperadamente y es porque esos malditos dolores se apoderaban de ella. Padecemos con ella en cada lamento. Me pongo nervioso y mi amada Charito se aguanta para no lloriquear. Pero, entre tanta indecisión aparecen los consejos de mi madre y de la madre de mi esposa para indicarnos que con un par de movimientos la tranquilizaríamos. Y así es.

No tengo ningún problema, y lo digo con mucho orgullo, en cambiarle los pañales, cantarle aunque no tan agraciadamente alguna canción infantil compuesta en el momento, mirarle a los ojos, cuidar de ella en las noches ante la ausencia de mami –en los hospitales se trabaja las 24 horas–, pasear por toda la “perla escondida de los conchucos” entre mis brazos, entre sus brazos (nota: desde que nació la pequeña no encuentro horario para actividades personales… ella es mi actividad personal favorita, jeje). Dice, en el argot periodístico, existe una serie de recomendaciones que suelen pasar de boca en boca, como el Código Da Vinci, pero sin tantas vueltas, el cual señala lo siguiente: “Cuando de cambio de pañales se trate uno debe hacer las cosas siempre mal, de tal manera que ya nunca más le pidan ayuda”. Ni lo pensé, ni lo dije, ni lo cumplí. Aunque ahora casi todas las veces me toca a mí, no me peso, no me arrepiento, no me molesto. Es más, creo que me gradué como pañalero oficial.

Pasar un fin de semana en un lugar campestre con cancha de fulbito de césped natural, con sapitos, columpios, atractivos espacios para las fotos del recuerdo, y muchos platos típicos de la región como para castigar muy bien al estómago, acompañado de mi esposa y la princesa adorable que tenemos a nuestro lado es una de las mejores experiencias que contar. Disfrutar con ellas cada segundo, cada espacio y cada momento es único e irreemplazable. Ese momento es el 1º de Mayo. A descansar se ha dicho.

Sin embargo, para encontrar la felicidad hay que pasar por un montón de peripecias. Superar entre ellas, momentos terriblemente preocupantes. De pronto, Mandira se puso mal llegó la fiebre, comenzó la tos, los vómitos, y con ello los nervios de Charo y los míos. Normalmente, suaves frotaciones de la combinación entre menta y eucalipto por su cuello, espalda y pechito era suficiente para aliviarla. Un té caliente de matico y harto abrigo la sanaría completamente para continuar deleitándonos con su sonrisa y su mirada todos los días. Pero no. No fue así.

Con la confianza de siempre salí temprano al trabajo, en motocicleta, recorrer más de cien kilómetros y emprender el plan familiar de muchas familias que aún viven en la tan mentada situación de pobreza y extrema pobreza. Hasta este punto todo bien. Sin embargo, ocurrió lo inesperado. Amor, ven que internaron a la bebe. Tiene un cuadro grave de fiebre, inflamación de la garganta y flema en los pulmones. Si no la atendemos al instante corre el riesgo de que sus bronquios se obstruyan. Tienes que venir pronto. Mis opciones. La primera, segunda, tercera y hasta la última tiene que ver con mi adorada princesa. Sin mirar atrás. Quinta, acelera y hasta el Es Salud de Sihuas. No recuerdo haber sentido un dolor tan inmenso en el corazón como aquella noche. Ver a mi tierna niña que recién cumplía sus 11 mesecitos, postrada en aquella fría cama, con las huellas del hincón en su manita derecha y la vía en la izquierda. Su desesperación era la mía al momento de conectar el oxígeno para nebulizarla. Su llanto opacaba mis lágrimas. Salir de aquel horrible lugar cuanto antes, desconectar la vía y buscar otro modo más fácil de curarla era nuestro deseo. Sufrimos tanto junto a mi niña. Pero solo ella, tan fuerte como nadie, a pesar de lo mal que estaba supo lo que tenía que hacer y soportar para estar bien. Lo hizo. Un poco más tranquilo retorné al trabajo, aunque la preocupación me acompañó a todas partes.

Sale de una para entrar en otra. Mi expresión fue de cólera. Perdí la paciencia. No es posible que los males no dejen en paz a mi bella adoración. Ahora la diarrea. Se está deshidratando y solo consume agua, bastante agua. Es doloroso porque su apetito ya se estaba pareciendo al de papá comelón. Ahora a las justas tolera 2 o 3 cucharadas de cada comida y agua, agua y nada más.

En fin, estamos con ella y sabe que no la dejaremos sola. Pero sabe también que en algunos momentos tenemos que dejarla. Ya saben. La cuestión laboral y esos quehaceres que nos hacen buscar lo que tanto falta en este mundo. Algunos días atrás su comprensión nos sorprendía. Sin reclamos solo lo aceptaba. Ahora ya no. Su tristeza nos entristece aún más cuando tenemos que trabajar. Es difícil pero que va. Lo tenemos que lograr. Estamos los tres metidos grandemente en ello. Más allá de eso, mi niña de mi corazón está hermosa y risueña. Digna de ser devorada a besos. Es muy graciosa y lo mejor de todo es que no llora, simplemente se queja. Si tiene hambre exige que le den teta, pero nada de llantos. De todo se ríe, sobre todo, en esos en los que tengo que hacer el ridículo correteando detrás de las cosas que ella tira, lanza carcajadas con gritito incluido. No se imaginan la felicidad de la nena cada vez que bota una cosa tras la otra mientras recojo una por una sin lograr alcanzarla. Es inevitable verla crecer y saber que poco a poco se hace más persona. Por ahora disfruto con cargarla, enseñarla a caminar, a dibujar, a enfrentar situaciones que le puedan dar miedo susurrándole al oído de que todo va estar bien, al menos esa es mi consigna. Ella responde con una sonrisa como diciendo: “Lo sé, papá”.

Se viene su primer cumpleaños. El primero de muchos que pasaremos. Queremos regalarle momentos muy agradables. Un poco de tristeza  porque el mismo día estaré lejos, -asuntos laborales-. Por ello, lo celebraremos un sábado, con un almuerzo familiar, ya sea con una u otra familia. Me hace mucha ilusión pasar su primer cumpleaños junto a Charo y Mandira, mis dos reinas. Debo confesar que desde que me convertí en el padre más feliz del mundo –humildemente y sin soberbia de por medio- la vida tiene otro esplendor. Obviamente, aquello que conocía como gran amor, se multiplicó y se infestó de sensaciones que van desde la sobre protección bien llevada hasta una nueva responsabilidad que hizo que le tenga más respeto al más allá. Yo, un comunicador de 29 años, que día a día sigue creciendo y alcanzando metas profesionales, que tiene unos padres maravillosos y una familia espectacular, que sabe lo que es luchar desde abajo, puedo jactarme de ser un hombre feliz, consagrado. Obviamente, seguiré cosechando alegrías y méritos de aquí en adelante, pero nada será tan importante como el tratar de ser un gran padre para mi pequeña. Ese es y será el gran oficio de mi vida.

Cada vez que me pongo a jugar con Milagros Mandira, me siento feliz por lo dichosa que es. Al verla reír, patalear, gritar me siento vulnerable y me reconozco frágil. Peor aún cada vez que me enseña esas preciosas encías: es difícil expresar lo que se genera en el interior, pero cada vez que me regala una carcajada tengo que desenredar, entre lagrimones, un enorme nudo que aprisiona al corazón con la garganta y el estómago. Me pregunto si sentirá en cada abrazo exagerado lo mucho que significa para nosotros. Me imagino que sí… se le ve feliz…


Estamos de vuelta...?

1 comentario:

Anónimo dijo...

lo que aquí escribes mi amor es conmovedor; es cierto todo lo que pasamos con la nena, preocupaciones, tristezas, angustias cuando se pone malita; pero sobre todo alegría y felicidad en cada instante del día al verla sonreír dar sus pasitos cogida de nuestras manos, siempre juntos, jugando y riendo con ella... estoy contenta y feliz por que Dios me dio una familia de oro un hogar feliz con un esposo adorable y maravilloso como tu que no mide sus esfuerzos y da todo de si por hacernos feliz.. te amo mi vida te amo tanto.